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LA CONVERSACIÒN Y SUS NORMAS



LA CONVERSACIÒN Y SUS NORMAS


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Es muy importante que desde pequeños aprendamos a mantener una conversaciòn con nuestros compañeros o compañeras y con las personas mayores. 

Conversamos cuando intercambiamos ideas con otros. En toda conversaciòn con nuestros compañeros y con las personas mayores. 

Conversamos cuando intercambiamos ideas con otros.  En toda conversaciòn participan dos o màs personas: 

  • La persona que habla, o hablante.
  • La persona que escucha, u oyente.
Al conversar, las personas intercambian de papel: Hay momentos en que son hablantes y momentos en que son oyentes. 

Pero no debemos hablar todos a la vez.  Si queremos que los demàs no escuchen cuando hablamos, tambièn nosotros tenemos que escuchar cuando otros hablan. 

NORMAS DEL BUEN HABLANTE 

  1. Mirar a las personas que escuchan. 
  2. Expresarse con claridad y pronunciar bien las palabras.
  3. Hablar con un tono adecuado al lugar donde se encuentra, sin gritar.
  4. Permitir que otros utilicen su turno para hablar.
NORMAS DEL BUEN OYENTE

  1. Debe mirar a la persona que habla.
  2. Escuchar con atenciòn a la persona que habla.
  3. No interrumpir al que habla. 
  4. Si quiere intervenir, pedir permiso y esperar su turno para expresarse. 

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Frente a la puerta de nuestra escuela, sentada en el escalòn de un zaguàn, con un gran paño blanco sobre la cabeza y el hombro y sus rodillas un amplio azafate poblado de polvorosas, suspiros, yemas, melcochas y coquitos que brillaban al sol como piedras preciosas, se instalaba todas las tardes una vendedora de dulces. Una tarde, pues, antes de ir a la escuela me acerquè a mamà y llena de habilidad de dije con atrevimiento y dulzura: ---Mamaìta, ragàlame un centavo.  No sè si por distracciòn o por generosidad, mamà no sòlo me regalò un centavo, sino que me regalò una moneda de cinco centavoss en plata  ---un mediecito--, la cual, dado su pequeño tamaño, despertò en mi alma la zozobra de la desconfianza. Pero la tomè y resolvì guardarla con cuidado y paciencia, apuñada en mi mano, todo el tiempo que hiciese falta. Con mis cinco centavos, acalorados y sudorosos, lleguè a la escuela, di mi lecciòn, en la cual, despuès de confundir varias veces la PE con Be distinguì con inteligen